Política La licuación de autoridad de la presidenta Cristina Fernández frente a un hecho de gravedad innegable es irreversible. Con la muerte del fiscal Alberto Nisman, una riesgosa grieta se abrió entre gobernantes y gobernados de un país agobiado por la impunidad. La autoridad se construye en democracia sobre un elemental vínculo de confianza, de ida y vuelta, entre el poder y la ciudadanía. La constitución inicial del poder legítimo se sustenta en ese principio de credibilidad. El gobernado cree, en principio, que el gobernante habrá de decirle la verdad sobre la cuestión pública y actuará en consecuencia, aunque luego ese aporte a la gestación del poder político incurra en devaluaciones sucesivas.
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