Mi abuelo Elías arrancó un día de Damasco, ciudad en que había nacido, y se vino a la Argentina. Allá quedaron sus padres, rezando por él. Allá, en Ash Sham, la “Ciudad del Jazmín”, verdadero nombre de Damasco, en Siria.
El viejo llegó muy pobre y arremetió contra la malaria con un carrito repleto de rollos de casimires, lienzos y sedas. Tapizó los caseríos de Córdoba con la ayuda de amigos, también sirios.
Luis Juez*
Somos lo que esa tormenta de viajeros cansados y laburadores nos permitió ser, y Argentina fue la puerta más enorme de América por la que llegaron.
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