La ausencia, cuando no la desidia, del Estado, en sus distintas formas y niveles, es, por lejos, la causa central del conflicto sin fin de Monsanto.
Ya no sorprende ni lo alarmante. En la infausta mañana del 4 de diciembre último, cuando los saqueos habían convertido a la ciudad de Córdoba en una muestra de nuestra descomposición social, el gobernador José Manuel de la Sota firmó a punta de pistola (metáfora que es siniestramente parecida a la realidad) el aumento reclamado por los policías en huelga. La violencia impuso lo intolerable.
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