Juan Diego Quesada (El País, de Madrid)
Iguala (México). Un hombre con la camisa empapada de sudor cava un hoyo entre unos matorrales. Otro que observa la escena, con casco y chaleco fluorescente, cree haber visto algo: “Eh, para. Un momento”. Agarra un hueso, lo posa en una piedra y explica a los que están arremolinados en torno al agujero: “Esta persona tuvo que ser asesinada hace dos o tres años. Lo trocearon con un machete. Pueden ustedes observar el corte limpio”.
Campesinos que se unieron a la búsqueda de 43 estudiantes desaparecidos encuentran un monte plagado de cadáveres anónimos. Las fosas comunes, hallazgos que se repiten.
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