Chaleco antibalas y casco, cámara lista y pucho en la mano, mirada inquieta y un gesto en la boca que no termina de ser una sonrisa, tal vez porque ya no quiere o no sabe sonreír después de trabajar en los lugares más virulentos del planeta.
Chaleco antibalas y casco, cámara lista y pucho en la mano, mirada inquieta y un gesto en la boca que no termina de ser una sonrisa, tal vez porque ya no quiere o no sabe sonreír después de trabajar en los lugares más virulentos del planeta.
Así se lo ve al periodista estadounidense James Foley en las últimas fotografías antes de que fuera secuestrado en noviembre de 2012 en Siria. Así intentarán recordarlo sus amigos y su familia, a pesar de que las últimas imágenes de su vida son otras, perturbadoras y escalofriantes.
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