No hace falta haberlo visto cuando tenía el pelo revuelto y rojo furioso en la serie televisiva Mork y Mindy para suponer que Robin Williams era un extraterrestre. Un actor de otro planeta.
No hace falta haberlo visto cuando tenía el pelo revuelto y rojo furioso en la serie televisiva Mork y Mindy para suponer que Robin Williams era un extraterrestre. Un actor de otro planeta.
Es cierto que al principio de su carrera, a fines de la década de 1970, fue encasillado como un especialista en la comedia física, un remoto heredero de Jerry Lewis, los tres chiflados o Buster Keaton. Cargaba con tanta locura y tanto carisma en la mente y en el cuerpo que parecía destinado al universo de los artistas que hacen reír sólo con su presencia.
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