Me hacen recordar a los corazoncitos Dorin’s, a las pastillas Volpi, a las Punch cuadraditas de distintos colores y a los chupetines Lheritier Baby Doll, que venían en cajitas de a cuatro.
Cuando era chico, ir al quiosco de la esquina era toda una fiesta. Por pequeños que hayan sido, aquellos comercios exhibían una variedad de tentaciones irresistibles, que han quedado grabadas para siempre en mi memoria y seguramente en la de los que comparten mi generación.
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