Lo que subyace es la percepción –muchas veces sostenida con pruebas empíricas– de que lo que ofrece el Estado es de mala calidad.
Juan Carlos es empleado de comercio, con un salario en blanco de casi 10 mil pesos. Su esposa es docente, con Apross, la obra social provincial. Hacen un esfuerzo y aportan 1.200 pesos extra a la prepaga de uno de los sanatorios de Córdoba, adonde derivaron el aporte obligatorio de él a Osecac.
También pagan dos cuotas de un colegio parroquial, adonde van sus chicos: 1.200 pesos al mes. Alquilan una modesta vivienda en barrio Las Magnolias, de la capital provincial, por 2.300 pesos. Casa, salud y educación consumen el 80 por ciento del sueldo de docente.
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