Hace un año, como muchos cordobeses, me preguntaba por qué fracasamos como sociedad ante los hechos del 3 y 4 de diciembre. Consideraba que el primer motivo es el desprecio por los valores que permiten convivir en una sociedad, pues en su lugar se ha coronado al dinero como dios todopoderoso y al consumo como el ritual de su culto. También consideraba que otro motivo de lo que nos pasó es la falta de participación en distintas instancias comunitarias.
¿Aprendimos algo? Sería muy fácil decir que no. En realidad, la única forma de saberlo es determinar si las relaciones sociales han tendido hacia el individualismo o al acercamiento para objetivos de bien común.
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