Mientras, el ensayo de acuerdo entre privados con la intervención de bancos argentinos, que en su hora aplaudía el oficialismo, sufrió anoche en boca de la jefa del Estado, y de la peor manera.
No porque la presidenta de la Nación y el ministro de Economía sostengan su porfía meramente semántica sobre el nombre del default, los mercados de capitales globales habrán de detener su rutina cotidiana de cotizaciones, ganancias y pérdidas.
El Gobierno se abrazó ayer a la bandera de una negación: no hay cesación de pagos. Enfrente, dos calificadoras de riesgo –Standard & Poor’s y Fitch– ya degradaron la nota de la deuda argentina al nivel de default selectivo o restrictivo.
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